Sé que hablar de helado de nata a estas alturas del año no es lo más acertado, pero teniendo en cuenta que atravesamos un otoño muy veraniego (aunque parece que ya empieza a despedirse y ojalá que sea así) se me ha ocurrido escribir un post sobre las curiosidades del helado, el origen del helado de nata y el ingenio que nuestros antepasados tuvieron para que hoy en día degustemos estas frías maravillas.Para introducir el tema, quería decir que hace un tiempo leí un fantástico libro que cambió mi forma de ver la comida y todo lo que entorno a ella se refiere. Me quedé sorprendido cuando llegué a la sección de leche y productos lácteos. Menudos ignorantes somos (yo el primero) al conformarnos con beber la primera leche que vemos en el mercado, comprar el brick de nata que salga más económica y cocinar (si es que cocinamos con ella) con la mantequilla más insípida de la zona de refrigerados del supermercado, todo por ahorrarnos unas monedas, porque total, que más da no? Pues bien, aunque no lo parezca, se nota. Y es que el estilo de vida urbana que llevamos en la actualidad y las estrictas reglas de higiene, no favorecen al sabor de las materias primas en la cocina, mucho menos a aquellos productos lácteos que nuestros antepasados disfrutaban. Podían saborear en la leche el pasto que comían las diversas razas de vacas de las granjas e incluso distinguir con un sorbo entre una leche de invierno de otra de primavera. Esto hoy en día, es casi impensable, debido a que la leche que bebemos proviene de una única raza de vaca (la típica vaquita blanca y negra que se llama frisona o holstein) las cuales viven en cuadras y se alimentan durante todo el año de una dieta uniforme. De ésta manera, si la materia prima (leche) no es de calidad, como es obvio, no lo serán tampoco ni la nata ni las elaboraciones secundarias que hagamos con ella.
¿Y que tiene que ver todo este rollo con el helado de nata? Pues muy simple, para comprenderlo hay que saber la importancia que tenían la leche y la nata siglos atrás y el interés que había en llevar a cabo una idea que les fascinaba; la de sentir la transición de sólido a líquido en una exquisitez como era este producto.
Pues bien, no fue tarea fácil porque la nata normal helada es más dura que una piedra, pero sabían que añadiéndole azúcar, ésta se ablandaba, pero como consecuencia descendía su punto de congelación (inferior al del agua). ¿Qué hizo entonces posible el helado? Simplemente fue una pizca de ingenio químico, ya que le añadieron sales al hielo con el que enfriaban la nata. De esta forma bajaba el punto de congelación del agua y se conseguía enfriar lo suficiente como para congelar el lácteo azucarado.
Para terminar, como curiosidad, pongo unas de las primeras recetas de helado que se tienen constancia física en libros de cocina, en concreto la del libro Nouveau Confiturier de 1682 y en la que se utilizaba la preciada y deliciosa nata:
Neige de fleurs d’orange ( “Nieve de flores de naranjo”)
“Se toma nata dulce y se le añade azúcar en polvo, se introducen pétalos de flores de naranjo en trocitos pequeños a la nata[…] se pone todo en una olla con tapadera y se cubre con hielo machacado al que se le añaden unos puñados de sal. Se debe colocar en el lugar más fresco que se pueda encontrar, y hay que agitarla de vez en cuando por temor a que se congele en un bloque sólido de hielo. Se tarda unas dos horas.”
Espero que les haya gustado y se interesen por los sabores auténticos.
Un saludo.
Fotografia sacada de http://www.cocinatipo.com/
Muy buen articulo, y es verdad que con el tiempo cosas tan simples como beber la leche de la vaca del corral, o criar nuestras propias gallinas y conejos se ha perdido, y no estamos hablando de algo de hace 500 años. Nuestros abuelos tenian animales de granja en el corral, y muchos de nuestros padres lo han conocido. No seria de estrañar que ante una cricis volvieramos a hacer lo mismo, y si no se ha hecho ya es por el precio elevado de los piensos.